Hace unos días tuve una conversación con dos mujeres de recursos humanos, yo les exponía mi punto de vista sobre la felicidad y propuse que no solo se podía hablar de felicidad en el trabajo, pues ésta es una condición interior que impacta cada una de las áreas de nuestra vida (laboral, familiar, social y espiritual). Una de las mujeres activó su micrófono y comentó: ¿y sabes qué Juan Diego? No estoy de acuerdo con que un jefe me diga que deje mi vida personal por fuera del trabajo. Yo instintivamente me reí diciendo: es que ya no se puede porque ahora trabajas en tu casa, y luego todos nos reímos.
No sé si esa risa fue de diversión o de alegría, pues si lo pensamos bien, en este momento de la vida tenemos la oportunidad de brindarle más tiempo y atención a nuestros asuntos personales, y
la verdad es que dicha oportunidad me da más alegría que diversión, pues somos muchos los que al haber destinado tanto tiempo al trabajo poco tiempo hemos destinado al corazón.
También siento algo de ansiedad, y me pregunto si realmente estamos aprovechando esta valiosa oportunidad o si estamos encontrando nuevas e ingeniosas excusas para evadir trabajar en
nuestra vida personal.
Mi lógica siempre ha sido pensar que cuando tenemos un cambio positivo interior, también vemos un cambio positivo exterior, ya que el estado de nuestra mentalidad y de nuestro corazón se ve
reflejado en nuestra forma de relacionarnos con lo demás, así como también en nuestra forma de tomar decisiones y de proceder frente a las oportunidades y dificultades que nos presenta la vida.
Imagínate una persona de mentalidad optimista, que cree con certeza que los sueños y logros se pueden alcanzar, y que también tiene la convicción que cualquier adversidad se puede sobrepasar.
¿Cómo te imaginas que esa persona está enfrentando esta pandemia?, ¿cómo crees que esa persona está enfrentando una escasez económica o enfermedad? Yo te diría que seguramente
sentirá cierta ansiedad y a veces incertidumbre, pero seguramente actúa con más proactividad y creatividad que una persona que tenga pensamientos como: “ya todo está echado a perder” o
“todo está mal”.
El optimismo, más que una mentalidad es una manera de ser, pues el pensamiento optimista nos lleva a la acción, así como un pensamiento pesimista nos puede llevar a una vida de inacción. La ciencia del optimismo estudiada desde los años 90’ por el psicólogo Martin Seligman, nos revela que podemos desarrollar tres tipos de hábitos de pensamiento para llegar a ser más optimistas:
- Primer habito de pensamiento: se trata de entender que las dificultades no son para siempre, pues así como llegan, también se van. En muchas ocasiones de dificultad podemos llegar a pensar que el problema que afrontamos estará ahí para siempre y no tendrá fin; pero cuando desarrollamos la certeza de que la dificultad es pasajera y no permanente ya estamos transformando la manera de afrontar el problema y esto nos ayuda a ponerle un fin.
Segundo: es importante entender que no todo está mal, pues a pesar de que vivamos un gran momento de dificultad, si examínanos las distintas áreas de nuestra vida (laboral,
familiar, afectivo, espiritual) encontraremos que hay aspectos que si están bien y por los cuales vale la pena sonreír y sentir felicidad. Pienso que este segundo aspecto está relacionado con la gratitud, pues cuando somos capaces de dar gracias en medio de la adversidad entenderemos que siempre hay bendiciones que surgen a través de las dificultades, y al mismo tiempo seremos capaces de impedir que los aspectos problemáticos de la vida lleguen a opacar aquello que sí está bien.- Tercero: es importante entender en qué momentos las dificultades o sucesos negativos provienen de nuestra forma de ser o de nuestro proceder y también cuándo son generados por factores externos, pues si llegamos a caer en el error de culparnos por cada
situación negativa podemos llegar creer que nuestra sola existencia provoca problemas.
En un lenguaje más cotidiano he oído decir: “esa persona es muy de malas” o “soy muy de malas”, y estas sencillas palabras reflejan las creencias pesimistas que una persona puede tener sobre sí misma. Un pensamiento más optimista nos invita a identificar las causas
externas por las cuales pueden haber surgido las dificultades, por ejemplo, cuando hacemos una llamada a un ser querido y esa persona no nos contesta el teléfono, un pensamiento pesimista nos llevaría imaginar que no nos quiere contestar (internalizar), o
también podríamos tener un pensamiento más positivo y deducir que la persona está ocupada o atendiendo otros asuntos (externalizar). Sin importar el motivo, lo esencial aquí
es entender que cuando asociamos todos los eventos negativos hacia nosotros mismos, podemos estar cayendo en el pesimismo y reafirmando creencias como las expuestas anteriormente. En cambio, cuando aprendemos a externalizar, nos damos cuenta que no somos nosotros y que en general todas las personas experimentan dificultades, pues una persona optimista no imagina que las dificultades no existen, pero si cree que las puede superar-
Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Sit amet justo donec enim diam vulputate ut. Venenatis a condimentum vitae sapien. Eget est lorem ipsum dolor sit amet consectetur adipiscing elit. Ac orci phasellus egestas tellus rutrum tellus pellentesque eu tincidunt. Justo nec ultrices dui sapien eget mi proin sed. Imperdiet proin fermentum leo vel orci porta. Sem et tortor consequat id porta nibh venenatis cras sed.

Si reflexionamos sobre estas palabras podremos entender que la pandemia no es una amenaza duradera, es una oportunidad para trabajar en los asuntos personales que ya habíamos dejado de
lado. También para construir una mentalidad y corazón más optimista, y sobre todo para trabajar aquellas relaciones que se han deteriorado y necesitan perdón, y también en aquellas que se han
rutinizado y necesitan gratitud.